Fabiola Sofía Masegosa La noche anterior habíamos contemplado el Arco del Triunfo iluminado, solemne y poderoso al final de los Campos Elíseos. París, de noche, es una ciudad que se impone: cada luz parece un recuerdo y cada sombra, una promesa. Aquella imagen —el monumento majestuoso y el tráfico girando a su alrededor como una danza hipnótica— se nos quedó grabada. A la mañana siguiente, todo estaba preparado. Habíamos comprado con antelación las entradas combinadas para e